Gruta del Bue Marino

Situada en la costa este de Cerdeña, envuelta en el golfo de Orosei, la cueva del Bue Marino es considerada una de las grutas más fascinantes para visitar, tanto por su tamaño como por sus características geológicas. El interior se ha formado a partir de un río subterráneo cuyas aguas reflejan las estalactitas y estalagmitas con colores brillantes.

Entrada a la cueva del Bue Marino
Entrada a la cueva del Bue Marino

Historia de la cueva del Bue Marino

Recibe su nombre del sardo, haciendo referencia a la foca monje, el simpático mamífero que históricamente habitaba toda la costa y se refugiaba en las frescas y oscuras cavidades de la cueva, si bien desde 1976 no se ha divisado ninguna en las proximidades.

En los años cincuenta se explotó como atracción turística gracias a pequeñas embarcaciones de pescadores, y con el crecimiento de la Costa Esmeralda pasó a convertirse en uno de los puntos más visitados de Cerdeña.

Si bien existe un proyecto para llegar por medio terrestre, actualmente sólo es posible llegar por mar, mediante una excursión en barco (traghetto) que sale de Cala Gonone, un poco más al norte, y que en 30 minutos llega hasta la entrada a la cueva.

Excursiones al Bue Marino

Durante el trayecto merece la pena apreciar los imponentes acantilados calcáreos que mueren en un mar transparente y cristalino.

La entrada de la gruta, bajo un arco pétreo dispone de un muelle de madera donde atracan los traghetti. La forma de la cueva tiene dos brazos o ramales, el norte se visitaba antaño aunque ahora permanece cerrado por carecer de actividad karstica. De modo que es la galería sur la que visitaremos donde la guía nos comenzará enseñando los signos de arte rupestre del neolítico, con formas humanas que danzan en torno a un bajo relieve interpretado como un disco solar.

A lo largo de unos 700 metros de profundidad y hasta el fondo de la gruta que acaba en un sifón, las formaciones estalagmíticas se suceden, además de un lago salado de 1 km de superficie. o numerosos fósiles. La visita concluye en el arenal conocido como la playa de las focas, un gigantesco salón donde las focas guardaban a  sus crías.

La cueva aún se sumerge en las entrañas de la tierra, pero sólo los espeleólogos buceadores más expertos han podido introducirse más adentro, y de hecho se desconoce su profundidad exacta.

En principio está prohibido grabar y fotografiar, pero es complicado resistirse a tanta belleza.